Tres son los trazados de murallas documentados en esta ciudad. Uno, el primero, correspondiente a la ciudad augústea (fines de siglo I a.C. o comienzos del I d.C.), se alinea, al menos en la parte norte, con el límite de Santiponce (una superficie de 13,5 Has. y perímetro amurallado de 1.520 m.); otro, de época adrianea, que es el más grande (unos 2.460 m.) y cuyo trazado podemos seguir no sólo por lo restos de los muros sino por la hilera de cipreses que con una vocación señalizadora marca el recorrido por donde discurriría; y, por fin, un tercero, de época tardorromana (fines del III o principios del IV), que constriñe el espacio urbano anterior y cuya parte norte se extiende por el espacio conocido como Cañada Honda, entre Santiponce y su cementerio.

De acuerdo con las costumbres poliorcéticas romanas, la muralla se conformaba mediante dos muros paralelos de sillares o sillarejo cuyo interior se rellenaba con cascotes. La muralla de Itálica confeccionada con sillarejo, puede comprobarse en la reconstrucción de la puerta Norte (extremo septentrional del cardo donde se hallan las casas de la Exedra, Neptuno y Los Pájaros), la cual se halla flanqueada por dos torres. Igualmente comprobamos que tiene poco espesor, y que cada veinte metros levanta una torre cuadrada. La poca capacidad defensiva de la cerca hay que enmarcarla en el carácter simbólico, más que defensivo, de las murallas romanas.
